Un producto social es aquel que apoya causas sociales que resultan relevantes sin ser necesariamente ecológico tal como productos elaborados por grupos de mujeres, por personas con capacidades diferentes, o por personas de la tercera edad y que apoyen algún tipo de proceso social, pueden ser catalogados dentro de este grupo. También se incluyen productos que cuentan con un alto valor cultural por rescatar elementos tradicionales o indígenas, o bien por haber sido elaborados de manera artesanal.
Se entiende como biodegradable a un producto o sustancia que puede descomponerse en elementos químicos naturales por la acción de agentes biológicos, como el sol, el agua, las bacterias, las plantas o los animales. Los artículos que son ofertados dentro del Círculo de Producción como biodegradables hacen uso de ingredientes, que por su origen natural, resultan en una fácil reintegración al medio ambiente. De esta manera, el agua residual de procesos de lavado a partir de productos con la categoría de biodegradable puede ser usada para el riego de plantas y/o áreas verdes sin peligro alguno.
En el caso de productos primarios (frutas, legumbres o especias), se consideran en transición aquellos que son resultado de procesos agrícolas que han dejado de hacer uso de agroquímicos, pero que aún cuentan con cierto grado de residualidad. En el caso de productos procesados (aquellos que cuentan con algún proceso de transformación como mermeladas, pan, salsas, etc.) se consideran en transición aquellos que cuentan con por lo menos un ingrediente orgánico, pero que por cuestiones de abasto cuentan con algunos insumos convencionales en su proceso de elaboración.
Un producto orgánico es aquel que ha sido producido, procesado, y/o manipulado en cumplimiento con los estándares de producción orgánica. De una manera más simple, la agricultura orgánica, además de restringir el uso de insumos de síntesis química como fertilizantes y plaguicidas que degradan los suelos y resultan tóxicos para el consumo humano, también busca la reincorporación de nutientes al suelo. Las técnicas usadas para estos fines son la rotación de cultivos, abonos animales, abonos verdes y cultivo de leguminosas, entre otras.
El concepto "natural" es confundido en la mayoría de los casos y suele pensarse que un producto de este tipo es todo aquel que no es artificial. Desde un punto de vista meramente agrícola, un alimento natural es aquel que no ha hecho uso de insumos químicos (fertilizantes o plaguicidas, entre otros) para su producción. La diferencia con un producto orgánico es que este no contempla procesos de composteo o de nutrición de la tierra. Un ejemplo sería el caso de un productor que sembró algún árbol frutal y lo dejó crecer sin tomar en cuenta algún proceso de reintegración de nutrientes a la tierra. Por otro lado, un producto silvestre sería aquel que fue recolectado de un entorno natural, sin causar daño al ecosistema. Un ejemplo de este tipo de producto sería el camote de cerro, mismo que se da en algunos ecosistemas sin la intervención del hombre.
La producción agroecológica es aquella que se basa en el respeto a las relaciones entre los seres vivos, su ambiente y su distribución, para el diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas sostenibles. Es decir que toma en cuenta cuestiones ambientales, culturales y sociales para la producción de alimentos o gestión de recursos. Un ejemplo de este tipo de producto podría ser algún café de sombra, (cuyo método de cultivo requiere de áreas arboladas, que fomentan la biodiversidad animal) y que haya sido elaborado por algún grupo de indígenas, dentro de un esquema de comercio justo. De esta manera, el valor social y ambiental de un producto agroecológico es mayor que el de un producto, ya no sólo convencional, sino incluso orgánico.